jueves, 23 de enero de 2014
viernes, 3 de enero de 2014
TODO EL AÑO HABLANDO
TODO EL AÑO HABLANDO
Manu Clemente
La euforia navideña
llena escaparates y bocas de palabras
como ilusión, paz, solidaridad, amor, respeto y hasta de caridad. Pero, ¿y cuándo
pasan Reyes? ¿Qué hacemos?
Hablamos de ilusión. Pero prefiero hablar de ilusión ahora y el resto de los trescientos sesenta y cinco días que tiene el año. La ilusión
de cambiar la realidad que nos rodea. La ilusión de encontrar trabajo. Encontrarlo yo y que lo encuentren mis amigas,
mi hermano y mi madre. Ilusión de que mi abuela se pueda jubilar ya,
que bastantes años ha cotizado
como para que le amplíen la edad de jubilación y encima le recorten la paga. Y de que mi
médica siga siendo de la sanidad pública,
sin mensualidades en ninguna aseguradora, de esas que hacen de puerta giratoria para muchos ‘padres’ de la Santa Constitución.
Hablamos de paz y solidaridad. Pero prefiero
hablar de paz y solidaridad ahora y el resto de los trescientos sesenta y cinco días que tiene el año. La paz que nuestros hermanos
y hermanas de clase no tienen en el Sáhara ocupado,
en el cerco infame sobre Palestina o la presión que se ejerce sobre los pueblos rebeldes. La solidaridad con nuestras
hermanas y hermanos
de clase. ¿Qué clase? La clase trabajadora. La solidaridad con mi amigo, que le están ahogando en el trabajo
y si no lo acepta,
hay mucha gente
disponible. La solidaridad con mi vecina,
que la desahucian, la tiran de
su casa, la que lleva pagando toda una vida. La solidaridad con aquella isla caribeña, que lleva aguantando decenas de años un bloqueo económico. Porque la solidaridad no conoce ni de patrias
ni de fronteras.
Hablamos de amor. Pero prefiero
hablar de amor ahora y el resto de los trescientos sesenta
y cinco días
que
tiene el año. “Un verdadero revolucionario está guiado por grandes
sentimientos de amor. Amor a la humanidad, amor a la justicia
y a la verdad”.
Y no es que lo diga yo, que lo suscribo; esto lo dijo un tal Ernesto Guevara, de esos pocos que dedican su vida a defender la vida de los demás.
Hablamos de respeto.
Pero prefiero hablar de respeto ahora y el resto de los trescientos sesenta y cinco días que tiene el año. Respeto a la dignidad de las personas, a los derechos humanos. Respeto
a la democracia y a la soberanía de los pueblos.
Respeto a los derechos de la mujer y respeto
a su decisión, siempre.
Y decidme,
de esos que se llenan en campañas mediáticas
hablando de derechos humanos,
¿con qué cara se le llora a Nelson Mandela, icono de la lucha contra el racismo y la desigualdad, firme defensor
del comunismo, mientras en tu país recibes
a seres humanos con una valla repleta de cuchillas que dará paso a un futuro muy prometedor en un vergonzoso Centro de Internamiento de Extranjeros?
¿Hablamos de caridad? No, de esto no nos gusta hablar, ni ahora ni nunca. Al menos yo no. A mí no me gusta la caridad.
¿Qué le voy a hacer? No me gusta dar un paquete
de arroz un lunes y que el martes vuelva a estar igual que antes. No me gusta dar migajas,
aunque para otros sirva
como criadero de votos.
Me gusta dar herramientas, soluciones, derechos, deberes, dignidad.
Por eso ayer, hoy y mañana,
cada uno de los trescientos sesenta y cinco días del año, hablo, hablamos de militancia. Sentir unas ideas, con unos objetivos, con las ilusiones, el amor, la paz y la solidaridad de la que he hablado.
Y adquirir conciencia social
y política. Dar el paso, afiliarse, defender y luchar. Lo primero, contra
la resignación.
Han querido complicar
la política. Y siguen haciéndolo. Utilizan expresiones complejas, prostituyen el significado de muchas palabras, en definitiva, alejan la política
de la ciudadanía.
Pero la política es sencilla
y noble. La política
es decidir y que no decidan por ti. La política es llegar a acuerdos que beneficien a la mayoría. Y en ella, cabemos
todas, cabemos todos.
Ahora bien, si no hay militancia, no habrá ilusiones que valgan.
Todo seguirá igual, unos pocos y pocas patalearemos con pancartas
y banderas (y orgullo,
mucho orgullo), y una mayoría – silenciosa – quejándose en casa, obviando
la realidad y pensando que los problemas los tienen que solucionar los demás.
Los
problemas tienen nombre y apellidos. Los problemas son políticos. Pero las soluciones también son políticas. La diferencia está en las ideas, en las personas y en sus objetivos. Por ello las personas,
las buenas personas,
deben participar en la vida
política, ya que participar en la vida política, es darle sentido
a la política. “Ni en dioses, reyes ni tribunos,
está el supremo salvador.
Nosotros mismos realicemos el esfuerzo redentor.”
Por un próspero
año de militancia, trabajo
y unidad. Por un 2014 que abra las puertas
a la esperanza
de las trabajadoras y los trabajadores. Construyamos poder popular.
Feliz año y ¡a galopar!
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