viernes, 3 de enero de 2014

TODO EL AÑO HABLANDO

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TODO EL AÑO HABLANDO

Manu Clemente

La euforia navideña llena escaparates y bocas de palabras como ilusión, paz, solidaridad, amor, respeto y hasta de caridad. Pero, ¿y cuándo pasan Reyes? ¿Qué hacemos?



Hablamos de ilusión. Pero prefiero hablar de ilusión ahora y el resto de los trescientos sesenta y cinco días que tiene el año. La ilusión de cambiar la realidad que nos rodea. La ilusión de encontrar trabajo. Encontrarlo yo y que lo encuentren mis amigas, mi hermano y mi madre. Ilusión de que mi abuela se pueda jubilar ya, que bastantes años ha cotizado como para que le amplíen la edad de jubilación y encima le recorten la paga. Y de que mi médica siga siendo de la sanidad pública, sin mensualidades en ninguna aseguradora, de esas que hacen de puerta giratoria para muchos ‘padres’ de la Santa Constitución.



Hablamos de paz y solidaridad. Pero prefiero hablar de paz y solidaridad ahora y el resto de los trescientos sesenta y cinco días que tiene el año. La paz que nuestros hermanos y hermanas de clase no tienen en el Sáhara ocupado, en el cerco infame sobre Palestina o la presión que se ejerce sobre los pueblos rebeldes. La solidaridad con nuestras hermanas y hermanos de clase. ¿Qué clase? La clase trabajadora. La solidaridad con mi amigo, que le están ahogando en el trabajo y si no lo acepta, hay mucha gente disponible. La solidaridad con mi vecina, que la desahucian, la tiran de su casa, la que lleva pagando toda una vida. La solidaridad con aquella isla caribeña, que lleva aguantando  decenas de años un bloqueo económico. Porque  la solidaridad no conoce ni de patrias ni de fronteras.



Hablamos de amor. Pero prefiero hablar de amor ahora y el resto de los trescientos sesenta y cinco días que tiene el año. “Un verdadero revolucionario está guiado por grandes sentimientos de amor. Amor a la humanidad, amor a la justicia y a la verdad”. Y no es que lo diga yo, que lo suscribo; esto lo dijo un tal Ernesto Guevara, de esos pocos que dedican su vida a defender la vida de los demás.



Hablamos de respeto. Pero prefiero hablar de respeto ahora y el resto de los trescientos sesenta y cinco días que tiene el año. Respeto a la dignidad de las personas, a los derechos humanos. Respeto a la democracia y a la soberanía de los pueblos. Respeto a los derechos de la mujer y respeto a su decisión, siempre.



Y decidme, de esos que se llenan en campañas mediáticas hablando de derechos humanos,

¿con qué cara se le llora a Nelson Mandela, icono de la lucha contra el racismo y la desigualdad, firme defensor del comunismo, mientras en tu país recibes a seres humanos con una valla repleta de cuchillas que dará paso a un futuro muy prometedor en un vergonzoso Centro de Internamiento de Extranjeros?



¿Hablamos de caridad? No, de esto no nos gusta hablar, ni ahora ni nunca. Al menos yo no. A no me gusta la caridad. ¿Qué le voy a hacer? No me gusta dar un paquete de arroz un lunes y que el martes vuelva a estar igual que antes. No me gusta dar migajas, aunque para otros sirva como criadero de votos. Me gusta dar herramientas, soluciones, derechos, deberes, dignidad.



Por eso ayer, hoy y mañana, cada uno de los trescientos sesenta y cinco días del año, hablo, hablamos de militancia. Sentir unas ideas, con unos objetivos, con las ilusiones, el amor, la paz y la solidaridad de la que he hablado. Y adquirir conciencia social y política. Dar el paso, afiliarse, defender y luchar. Lo primero, contra la resignación.



Han querido complicar la política. Y siguen haciéndolo. Utilizan expresiones complejas, prostituyen el significado de muchas palabras, en definitiva, alejan la política de la ciudadanía.



Pero la política es sencilla y noble. La política es decidir y que no decidan por ti. La política es llegar a acuerdos que beneficien a la mayoría. Y en ella, cabemos todas, cabemos todos.



Ahora bien, si no hay militancia, no habrá ilusiones que valgan. Todo seguirá igual, unos pocos y pocas patalearemos con pancartas y banderas (y orgullo, mucho orgullo), y una mayoría silenciosa quejándose en casa, obviando la realidad y pensando que los problemas los tienen que solucionar los demás.



Los problemas tienen nombre y apellidos. Los problemas son políticos. Pero las soluciones también son políticas. La diferencia está en las ideas, en las personas y en sus objetivos. Por ello las personas, las buenas personas, deben participar en la vida política, ya que participar en la vida política, es darle sentido a la política. “Ni en dioses, reyes ni tribunos, está el supremo salvador. Nosotros mismos realicemos el esfuerzo redentor.”



Por un próspero año de militancia, trabajo y unidad. Por un 2014 que abra las puertas a la esperanza de las trabajadoras y los trabajadores. Construyamos poder popular. Feliz año y ¡a galopar!